sábado, 30 de abril de 2011

Como por arte de magia


Es difícil de creer, pero fue un cambio rápido, de golpe, en un abrir y cerrar de ojos. Al principio, tenía una hoja larga y limpia, y un puño y un brazo y un pecho henchido sobre el que se alzaba una cabeza de pelo encrespado. Pero eso fue al principio, durante unos segundos que parecieron hacer eternos la respiración de la olla y el goteo del grifo en el fregadero; luego, de golpe, en un abrir y cerrar de ojos, sesgó el aire al encuentro del grito. Ahora ya no tenía el puño, ni el brazo, ni el rostro afilado con barba de unos días; ahora tenía la hoja sucia y hundida, y la empuñadura al aire, entre dos pechos pequeños, redondos, todavía duros, a un palmo de una melena negra desparramada por el suelo y de un bonito lunar en una mejilla carnosa, cada vez más pálida. Es difícil de creer; lo sé. Pero fue así, tal y como os lo cuento, mientras del patio llegaban los ecos de las charlas de los tendales: un cambio rápido, de golpe, en un abrir y cerrar de ojos, como por arte de magia.

Ramón Qu

domingo, 3 de abril de 2011

Algo raro está pasando


Estoy desconcertado, os lo juro, sumamente desconcertado. Y preocupado, muy preocupado. Por eso os escribo. Porque la cosa es grave, en extremo grave. O al menos yo lo creo así. Os lo cuento. El otro día, no recuerdo si fue ayer, antesdeayer o mañana, decidí salir a la calle. Y lo hice. Salté de la cama, me puse las playeras rotas, me embutí los vaqueros y la camisa de leñador, cerré la puerta de un buen portazo, bajé las escaleras de tres en tres (bueno, de dos en dos; de tres en tres lo hacía de niño) y, tras detenerme unos segundos en el portal, me lancé a la calle. ¡Vaya sorpresa me llevé! Yo esperaba encontrarme casas, gentes, coches, perros, algún bar y algún comercio… pues de eso ¡nada de nada! No había casas, ni gentes, ni coches, ni perros, ni bares, ni comercios; sólo había casas, gentes, coches, perros, bares y comercios. ¿No os lo creéis? Pues os lo juro y os lo repito: no había casas, ni gentes, ni coches, ni perros, ni bares, ni comercios; sólo había casas, gentes, coches, perros, bares y comercios. Os podéis imaginar el susto que me llevé. No soy valiente, tampoco audaz y mis piernas flaquean a la menor amenaza, por lo que me di la media vuelta, me metí en el portal más pálido que las baldosas y subí las escaleras de tres en tres (esta vez sí, palabra) No terminaron ahí mis cuitas ¡qué más hubiese querido yo! Porque, mientras subía las escaleras de tres en tres y con el corazón a punto de reventarme el pecho, yo anhelaba reencontrarme con mi cocina llena de platos sucios, mi radio siempre encendida, mi biblioteca repleta de libros, mi cama deshecha, y ¿qué creéis que me encontré cuando con un suspiro de alivio entré en casa? Exacto, lo habéis adivinado. Ni rastro de mi cocina llena de platos sucios, ni de mi radio siempre encendida, ni de mi biblioteca repleta de libros, ni de mi cama deshecha. En su lugar, sólo había una cocina llena de platos sucios, una radio encendida, una biblioteca repleta de libros y una cama deshecha. Di un grito y corrí como un loco a un rincón. Y allí me quedé acurrucado durante horas, hasta que ayer o antesdeayer o mañana, no recuerdo bien, me levanté de un salto y me senté al ordenador para contaros mi experiencia. ¿Comprendéis ahora por qué estoy desconcertado y preocupado?, ¿os ha pasado a vosotros algo parecido? Contestadme, por favor ¿No os parece que algo raro, muy raro, está pasando?

Ramón Qu